Las perífrasis para referirse al llamado oficio más antiguo del mundo -ahí va una- son tan numerosas como pintorescas, pero todas hacen referencia a la misma actividad, una a la que parece que la última hornada de políticos del partido de la mano y el capullo son bastante aficionados, por más que juren y perjuren (sobre todo lo último) que persiguen abolirla.
Porque hete aquí que Víctor de Aldama, quien
parece haberse convertido en el garganta
profunda (nada de dobles sentidos)
de toda la trama de corrupción que rodea al psicópata de la Moncloa, ha
aportado al Tribunal Supremo documentación que probaría el pago de alquileres de pisos en Madrid en los que se mantendrían encuentros con señoritas.
Lo peor no es que resulte veraz. Lo peor es que resulta verosímil.
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