Durante la pandemia, a lo que parece, todos los vivales de la piel de toro vieron una ocasión pintiparada para sacar tajada, sin importarles las muertes que se produjeran por el camino. Si esto es reprobable en el caso de particulares, más aún tratándose de cargos públicos.
Y todos en el partido de la mano y el
capullo, salvo alguna honrosa y poco conocida excepción, parecieron subirse al
carro de los chanchullos. Y por eso, que uno tras otro el comisionista Víctor
de Aldama los vaya poniendo sobre el tapete no sorprende a los que somos medio
malpensados. Lo peor no es que diga que un ministro reclamara comisiones por la compra de material sanitario o que tuviera encuentros con mujeres de moral
disipada en varios pisos de Madrid.
Lo peor es que resulta verosímil.
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