Desde las instituciones financieras públicas, tanto españolas como europeas -me refiero, por si no estuviera lo bastante claro, al Banco de España y al Banco Central Europeo-, se muestra un sospechoso interés por acelerar el lanzamiento del llamado euro digital.
Según los implicados, semejante medida
daría una mayor seguridad a los usuarios y disminuiría las posibilidades de fraude.
Lo que se callan muy taimadamente es que la desaparición del dinero físico -ya
es malo que el dinero tal y lo conocemos hoy en día resida en la confianza de
los ciudadanos de que está respaldado por reservas en metales preciosos,
respaldo que habría que ver si es real y hasta qué punto es respaldo- haría que
todos estuviéramos, más aún, sujetos al escrutinio implacable del ojo del gran
hermano gubernamental, cercenando todavía más nuestra ineluctable libertad.
Así que, parafraseando a don Pedro Muñoz-Seca: no me gusta, no me gusta…
No hay comentarios:
Publicar un comentario