El partido de la mano y el capullo, y más desde el advenimiento de la democracia, no ha tenido escrúpulo ninguno en aprovechar cualquier circunstancia, por trágica o luctuosa que resulte, para intentar sacar una tajada política que les permita seguir detentando el poder.
Pasó con la catástrofe del Prestige. Pasó
con los atentados terroristas del 11-M. Pasó con la pandemia de la COVID-19 (aunque
aquí, además de rédito político, también han buscado sacarlo monetario).
En este último caso, han focalizado el uso
espurio de la tragedia en la comunidad de Madrid, ya que su presidente es la
auténtica bestia negra de toda la izquierda. Básicamente, porque Isabel
Díaz-Ayuso no pertenece a esa derecha acomplejada que suele abundar en el
partido del Charrán, sino más bien a una línea de mujeres que han presidido la
comunidad (sí, incluyo aquí a Cristina Cifuentes, aunque no sea de mis
favoritas) y que no han tenido problemas en cantar las cuarenta en bastos a la
izquierda.
O, dado el caso, en romper relaciones con el delegado en Madrid del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de
padecer, limitando el contacto a los niveles técnicos imprescindibles para
desarrollar aquellas cuestiones fundamentales en materia de seguridad que son
necesarias para la población.
Por ello, y por mucho más…
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