Quizá sea un poco presuntuoso -¿humilde, moi? Quita de ahí…- el llamar literario a mi modo de escribir estas entradas, pero creo que hay unos cuantos rasgos que lo caracterizan. Probablemente sean, al menos en parte, consecuencia de las lecturas, al menos en lo referente a artículos de opinión, que hice durante mi etapa de formación, y que pueden resumirse en tres personas: Jaime Campmany, Alfonso Ussía y Federico Jiménez Losantos.
Un primer rasgo sería el tirar de
ironía, cuando no directamente de sarcasmo. En parte se debe a que las
personas, personajes o personajillos a los que me refiero en estas entradas
suelen carecer en absoluto, o al menos esa es la impresión que (me) dan, de
sentido del humor. Es decir, que no hay nada peor para ellos que el hecho de
que no les tomen en serio y se rían de ellos.
En segundo lugar, y bastante
relacionado con lo anterior, está el hecho de que suelo tirar de epítetos o
circunloquios descriptivos, cuanto más coloridos mejor. No siempre son
necesariamente denigratorios, pero tampoco suelen ser encomiásticos o halagadores.
En tercer lugar, y este es un
elemento común con mi tendencia cuando polemizo, suelo combinar el tirar de
referencias -de esas me sobran- con el recurso a la interpretación literal de
aquello que pretendo criticar o atacar. Como nadie, ni siquiera un servidor, es
capaz de mantener una perpetua coherencia, encontrar un resquicio me resulta
bastante fácil.
Finalmente, tiendo (o procuro) a
usar párrafos breves, rematando por lo general con uno de una única frase, a
modo de corolario o retruque final.
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