Hay muchas frases relativas a la guerra: que si es la continuación de la política por otros medios, que si es la lucha a muerte entre jóvenes que no se conocen dirigidos por ancianos que sí se conocen, que si es la constatación del fracaso de la diplomacia (y si esta frase no existía, merecía hacerlo).
En cualquier caso, el oficio de guerrero es
probablemente el segundo más antiguo de la humanidad (el primero, no seáis
malpensados, sería el de alfarero, puesto que Dios modeló a Adán en barro). Y es
que, desde que el hombre empezó a agruparse en comunidades, surgieron la codicia
y la envidia inherentes a la humana condición y unas comunidades pretendieron apropiarse
de los bienes, territorios, posesiones… de otras.
Y, no nos engañemos: lo único que disuade a
quien hace de la fuerza su único argumento es encontrarse con una fuerza mayor.
No las buenas palabras (salvo quizá en el caso de Atila), no una actitud sumisa…
No: lo único que hace que el agresor se lo piense dos veces antes de atacar es
que le surjan dudas de si el beneficio posible le va a compensar el coste
probable.
Todo lo demás son pamemas.
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