Los ecologistas sandía -verdes por fuera, rojos por dentro- y los ecologistas coñazo -el término no necesita explicación- tienen en común que rara vez han visto el campo salvo en fotos, y que su conocimiento del delicado equilibrio del mundo natural podría caber en un sello de correos y aún sobraría espacio.
Eso no les libra de dar la
tabarra, proponer medidas estúpidas -por decirlo con suavidad- y soltar
chorradas a cual más delirante. Como, por ejemplo, criticar la campaña publicitaria de una empresa de viajes que utilizó el eslogan de mono de
vacas y emplearon un mono capuchino en la campaña publicitaria. Para ellos,
casos como éste normalizan la explotación de animales salvajes en la industria
del entretenimiento y refuerzan la idea del mascotismo.
Pero si tenemos en cuenta que
también afirman que los primates empleados en anuncios suelen ser separados de
sus madres a una edad temprana, que son sometidos a entrenamientos coercitivos
y privados de condiciones de vida adecuadas y que, como consecuencia,
desarrollan graves trastornos psicológicos y conductuales que persisten incluso
tras ser rescatados… podríamos considerar que se están describiendo a sí mismos,
ya que los animatontos son primates con graves trastornos psicológicos y
conductuales.
Y que me denuncien por racista, si no les gusta el título de esta entrada.
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