Por mucho que se den otro nombre, por muy bien que se vistan y por meloso que pongan sus voces, los comunistas siempre serán eso, comunistas. Y, por tanto, ferozmente liberticidas, visceralmente autoritarios, intolerantes hasta el tuétano con quienes piensen de manera distinta a ellos.
Y lo harán aunque estén nominalmente en una
democracia, aunque no sea de su competencia y aunque no tengan ni repajolera
idea del tema. Es lo que ha hecho la tucán de Fene, jurista de formación (es un
decir) y ninistra de Desempleo, que ha decidió lanzarse -en esto
comparte inquina con el resto del desgobierno socialcomunista que tenemos la
desgracia de padecer, aunque muchos de ellos hayan pasado por ese tipo de
centros- contra las universidades privadas.
El programa político de su chiringuito
político -llamarle partido sería una exageración- carga contra ellas porque,
aunque la convivencia y la colaboración entre lo público y lo privado es
posible en una sociedad democrática, según ellos lo será siempre y cuando lo
privado cumpla con los requisitos establecidos por ley y siempre respetando y
cuidando lo público.
Que las desastrosas universidades públicas, auténtica fábrica de burros titulados -y todavía hay quienes, como Francisco Nadie o el Maricatalino, no dan la talla- cumplan esos mismos requisitos es otro tema…
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