Desde que empezaron a detentar poder, en la infausta segunda república -ya habían pillado cacho durante la dictadura de Primo de Rivera, pero entonces no llevaban las riendas-, el partido de la mano y el capullo ha tendido a confundir lo público con lo privado del partido y, en casos extremos, con lo particular de algunos miembros.
Por eso no es de extrañar lo que pasó en el gonzalato,
ni que durante cuatro décadas convirtieran Andalucía en su cortijo, ni que,
vueltos al poder tras una moción de censura apoyada por todos los enemigos de
España, se hayan dedicado a arramblar con todo lo que pudieran, aunque en su
camino pasaran por encima de más de cien mil muertos, que se dice pronto.
Por ello, el que Ábalos y Koldo pidieran explicaciones en ADIF de los pagos a una constructora del cupo vasco de Santos Cerdán, lo único que demuestra es que no hay honor entre ladrones… y que lo llevan muy mal.
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