De siempre he tenido muy clara la diferencia entre lo que es contrario a la Ley y lo que, aunque permitido, está feo. O, como suelo decir, entre lo ético y lo estético.
Por ejemplo: en ninguna parte dice que un
jugador de fútbol en activo no pueda realizar actividades empresariales y, con
ellas, obtener pingües beneficios. Incluso, aunque esas actividades
empresariales consistan en intermediar entre la federación nacional de su
deporte y un régimen extranjero teocrático y autoritario, al objeto de que una
competición deportiva del primer país se realice en el segundo. Incluso, aunque
saque una millonada por esa labor de intermediación.
Y como a nadie se le ocurrió que pudiera
darse tal eventualidad, en ninguna parte se prohibió. Y como no se prohibió, es
legal, está permitido. Pero, reconozcámoslo, tiene un tufo a chanchullo (legal,
pero chanchullo) que echa para atrás.
Ahora bien, si te pillan con el carrito del helado, la cosa es defender tu postura con gallardía, como un hombre, en vez de echarse a llorar en sede judicial.
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