Si no recuerdo mal, en el cuento titulado El sastrecillo valiente (la imagen que tengo en mente es la de Disney, en la que el personaje principal es interpretado por el ratón Mickey), el protagonista, tras emprenderla a manotazos con las moscas que le molestaban en su tarea, se fabricó una banda en la que ponía Mata siete y espanta ocho. Sin especificar, naturalmente, qué había matado o espantado.
Supongo que ese es el origen del
vocablo español matasiete, que significa, según la Real AcademiaEspañola de la Lengua, fanfarrón, hombre preciado de valiente. Y esa es
la imagen que me ha venido a la cabeza cuando me he puesto a escribir esta
entrada, que versa sobre las declaraciones que hizo el presidente del consejo
de gobierno de la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page,
tras el pacto de los de la mano y el capullo con los jotaporcatos para
la distribución de los invasores (presuntos) menores no acompañados acogidos en
Canarias.
Un inciso: digo invasores,
y no inmigrantes, porque los segundos lo hacen siguiendo los cauces
legales, mientras que los primeros entran sin permiso y con ánimo de quedarse. Y
eso es lo que ocurre con los que llegan en cayuco a las Islas Afortunadas. Sigo.
Según el castellanomanchego, el desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer no tiene política de
inmigración (cierto) y todo aquello que propone son parchkes (también cierto). A
esto le respondieron el filósofo perico, que le exigió lealtad a las
siglas del partido (y a España que le den, añado); el ninistro Pekeño,
que le afeó no tener en cuenta el contexto (¿cuál? ¿El de que el
psicópata está dispuesto a, literalmente, cualquier cosa, para seguir
detentando el poder?); y el hoy ministro y antes presidente de nuestro
archipiélago africano, que se ofreció a explicarle los puntos positivos del acuerdo
porque se posicionaría a favor cuando lo entendiese. A esto respondió el émulo
del ingenioso hidalgo (este, al menos, tenía dignidad) diciendo que iba a ser
él el que les explique cómo son las cosas con muchísimo detalle.
Sí, claro: mucho lirili y poco lerele, que luego vota lo que le dicen desde Moncloa.
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