En los países en los que impera el marxismo todo, directa o indirectamente, depende del Estado. En las llamadas democracias occidentales -Estados Unidos excluido, por lo que sé- se ha impuesto una visión socialdemócrata de la vida que tiende a ser más socialista que demócrata.
Lo digo por la cantidad de chiringuitos y
demás que se hacen depender de la financiación pública. Entre ellos, los
partidos políticos y los sindicatos; estos últimos tienden, salvo honrosas
excepciones, en una especie de correa de transmisión duguesclinesca del poder:
ni quitan ni ponen rey, pero apoyan a quien les paga (más).
Y en otra de esas locuras liberales (o
libertarias) que están caracterizando su mandato, el presidente argentino ha decidido que los sindicatos sólo recibirán financiación de sus afiliados. A ver
cómo se las apañan ahora.
Van a morir de inanición… por su inacción.
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