En general, tiendo a hacer responsable de todo lo malo que ocurre hoy en España, si me veo forzado a individualizar, a una persona: Jesús Polanco (el de se lo inventó él), cabeza del grupo PRISA que, a pesar de (o precisamente por ello) haber empezado a medrar durante el franquismo, se dedicó a repartir acreditaciones de demócrata o antidemócrata según le conviniera.
En aquellos años del gonzalato, era
prácticamente El País (y la SER) quien controlaba al gobierno. Tanto era
así que, llegado Rodríguez al poder, buscó hacerles pupa -a pesar de la ayuda
impagable que le prestaron tras los atentados del 11-M, hablando de terroristas
con tres capas de ropa interior (¿recuerdas, Ñoñilondo?) y falacias
semejantes-, montó una especie de juguete propio dando alas a Público
y a la Secta (aunque no olvidaron los favores pagados y convirtieron
Canal Plus en Cuatro).
Pero fue perder el poder y morirse el
fundador, y las cosas empezaron a irles peor al periódico, la radio y la
televisión que habían sido mucho hasta entonces. Tanto, que la familia Polanco
empezó a perder poder, tuvieron que dar entrada a inversores externos y, mira
tú por donde, esos inversores querían gestionar el grupo con un criterio
empresarial, no ideológico.
Algo que ha sentado muy mal en el desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer y al psicópata de la
Moncloa, al que no le gusta ni un poquito que le lleven la contraria. Y por eso
envía a sus destripaterrones a amenazar a presidentes de grupos empresariales extranjeros, para que se presten a su juego y bailen al son que ellos tocan.
Como los secesionistas catalanes, se creen que al Norte de los Pirineos todo funciona igual que en la piel de toro. Y no es así, no señor.
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