Una de las pintorescas afirmaciones de la pareja del psicópata de la Moncloa fue que, en todo lo relacionado con su cátedra, actuó sin ánimo de lucro.
Sin embargo, se preocupó -o al
menos lo hizo su asesora, esa que, según no paran de repetir en el desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, ocupó un puesto que todas
las parejas de los anteriores presidentes del gobierno habían tenido, aunque ninguna
para ayudarla en sus negocios privados- de informarse sobre temas de patentes,
de marca y de propiedad intelectual. Y se mostró interesada en los trámites
necesarios para registrar las patentes de la marca y la propiedad intelectual.
Pero todo era por filantropía, claro.
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