Teniendo en cuenta que fue creado por un jeta vocacional y un niño de papá -sí, ya entonces los que se dedicaban a defender a la clase obrera no habían dado un palo al agua en toda su vida-, que el marxismo sea una doctrina que se da de bofetadas con la economía no es de extrañar.
Lo que sí es extraño es que, doscientos años
después, haya quienes, en democracia, eligen semejante opción. Y más en España,
donde se cumple inexorablemente el adagio de en tiempo de rojos, hambre y piojos.
Salvo para ellos, claro, que se hacen de oro, porque nada hay más lejano que
las palabras de un socialista español y sus actos.
Hace dos semanas largas, cuando Donald Trump
sólo amenazaba con subir los aranceles a todo bicho viviente, ¿qué hizo el
desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer? Pues disparar las compras de gas a Estados Unidos, mientras el psicópata de la Moncloa
persistía en su obsesión antinuclear.
Pero bueno, al menos no gobierna la derecha…
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