En la izquierda española -en la derecha probablemente también, pero no se les nota tanto, o al menos yo no lo percibo tan claramente-, el poder es el único aglutinante.
Los odios personales se aparcan cuando ven la
posibilidad de alcanzarlo. Permanecen adormecidos mientras se detenta. Y cuando
se pierde, o siquiera se plantea tal posibilidad, los navajazos entre quienes
parecían amigos eternos se desatan, ansiosos por hacerse con las migajas que
previsiblemente quedarán.
Por eso, que los ministros estén atónitos
ante la guerra entre Egolanda y el Chepas a quien deja
atónito es a un servidor. El mamarracho alfalfa no soporta que nadie se
acerque siquiera al foco que le ilumina -bien que se ha encargado él de ir
alejando, uno tras otros, a todos los que le ayudaron a botar la formación neocom-,
y a la narizotas gallega le han reído tanto las gracias que, tras ser promocionada
por Junior (pero Yoli, ¿cómo se te ocurre fiarte de Pablete?),
que se ha creído mierda cuando no llega siquiera a pedo.
Le voy a dar un
consejo gratuito a la marquesa de Villa Tinaja: no seas muy ambiciosa,
Irenita, o vas a volver a cajera de gran superficie mucho antes de lo que te
gustaría.
Mejor pensado: selo, selo, y lárgate de una vez del palacio de la Carrera de san Jerónimo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario