La izquierda se reconoce, entre otras cosas, por arrogarse la representación de colectivos que ni le han pedido que les representen ni se sienten representados por ellos. No conciben, además, la existencia de personas pertenecientes a esos colectivos que dicen representar que mantengan posturas contrarias a las de la izquierda.
Para más inri, torpes y malvados como son,
las actuaciones de la izquierda suelen perjudicar a sus representados. Y esto
sucede desde el principio, y en todos los órdenes de la vida. Veamos algunos
ejemplos.
Desde el principio, la izquierda dijo
representar a la clase trabajadora, los proletarios. Pero en los países
comunistas, los trabajadores vivían -viven- mucho peor que en los países en los
que impera el malvado capitalismo.
La izquierda también dice sustentar los
valores ecologistas. Pero no sólo los popes del ecologismo sandía
contaminan más que nadie, sino que los mayores desastres ecológicos (el caso
del mar de Aral, sin ir más lejos) han tenido lugar en países comunistas.
La izquierda se postula como defensora de los
derechos humanos, de la libertad de pensamiento y de la cultura. En los países
comunistas más te vale no hablar de derechos humanos, si no quieres que violen
los tuyos; más te vale no pensar en voz alta, salvo que pienses lo que el poder
quiere que pienses; y más te vale, en tu producción artística, no salirte de
los cauces fijados por el poder, o lo pasarás mal.
La izquierda, en fin, se dice defensora de
las mujeres. Pero cuando pergeña un engendro legislativo que, presuntamente,
pretendía amparar a las víctimas (mujeres) de los malos tratos, y resulta que
dicha norma lo que provoca es una cascada de reducciones de pena y excarcelaciones
de maltratadores y violadores, la penúltima responsable -el último es el
psicópata de La Moncloa- se atrinchera en el cargo y se niega a dimitir,
mientras una de sus secuaces tiene el cuajo de reclamar que los medios de comunicación no informen de los recursos de los abogados de los delincuentes.
Libertad de información, sí… pero sólo para informar de lo que el poder quiere.
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