A pesar de sus proclamas sobre solidaridad, ayuda y demás, pocas cosas hay más egoístas en España que la izquierda. Y un buen ejemplo de esto es la política hidrológica.
Ya hace casi veinte años, bajo la presidencia
de José María Aznar, el gobierno tenía listo un plan hidrológico nacional, con
hincapié en esta última palabra. Una de las primeras cosas que hizo el
zircunflejo al llegar a la presidencia del consejo de ministros, aupado sobre
las abstenciones de casi doscientas personas, fue echar abajo esa necesaria
política de cohesión nacional.
Y desde entonces, gobierne quien gobierne,
con mayorías absolutas o relativas, seguimos en las mismas. La penúltima fue,
hace tres semanas, el cargarse el trasvase Tajo-Segura, obligando al ninisterio
de combatamos el calentamiento y fomentemos los calentones a
desdecirse de sus propias palabras, todo por las presiones del presidenteregional castellanomanchego, socialista a la sazón.
Que hagan eso para fastidiar a los murcianos, que vez tras vez se empeñan a en votar a la derecha, tiene una cierta lógica; retorcida, pero lógica. Que de rebote fastidien a los valencianos, que prosperan (nótese la ironía) bajo la égida socialcomunista, la verdad, se me hace más difícil de entender.
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