El actual sistema español de pensiones, concebido para una época de prosperidad económica y una tasa de natalidad razonable, empezó a hacer aguas cuando la natalidad empezó a no alcanzar la tasa de reposición. Las crisis económicas, la de 2.008 primero y la combinada de la pandemia y la invasión de Ucrania después, acabó por darle la puntilla.
Sin embargo, ni uno solo de los ministros del
ramo se ha atrevido a hincarle el diente al tema. Todo son parches, apaños,
chapuzas, pan (poco) para hoy y hambre (mucha) para mañana. El actual ninistro
de Inseguridad Social ha amagado algunas medidas, que podrían suponer un tijeretazo
que en algunos casos superaría los mil ochocientos euros al año.
Eso sí, él anda caliente, porque se ha garantizado la calefacción firmando un contrato público de gas de cuarenta y cuatro mil euros para su sede de despachos.
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