Hace sólo un par de meses, parecía que una marea roja avanzaba imparable al otro lado del Atlántico. Giliprogres al Norte del Río Grande, izquierdistas -criptocom o descaradamente comunistas- al Sur, todos y cada uno de los países del segundo continente más grande de la Tierra parecían haber caído en manos de la izquierda.
Pero, como he oído por ahí, la democracia es
más fuerte de lo que parece. Y la gente, al fin y al cabo, no es imbécil (no
del todo, al menos). Y aunque un delincuente convicto y confeso como Lula da
Silva haya vuelto al poder en Brasil -la alternativa tampoco es que fuera como
para tirar cohetes-, en otros países del continente han ocurrido cosas que,
como dice el título de esta entrada, dan cabida a la esperanza.
Primero, los chilenos rechazaron en
referéndum -esa figura que, según los golpistas catalanes, es poco menos que la
quintaesencia de la democracia- el proyecto de constitución -un engendro
legislativo tan hororroso que incluso las excrecencias de la marquesa de Villa
Tinaja parecen, a su lado, producto de los jurisconsultos del Derecho romano-
que presentó la izquierda populista en el poder.
Luego, en Argentina, ocurrió lo que parecía
imposible: que lady Bótox fue condenada -a qué es lo de menos, lo importante
es que fuera condenada; aclaro que a seis años de prisión e inhabilitación
perpetua- por participar en una trama que apandó cuatrocientos ochenta millones de euros (pocos me parecen). Podrá dilatar la firmeza de la resolución todo lo
que quiera -y la izmierda española podrá derrochar rabia y bilis por la condena-, pero el oprobio de la condena, el baldón de la resolución judicial,
no podrá borrarlo por mucha cirugía (anti) estética a que se someta.
Y luego, algo más al Norte, un inútil con
sombrero, a punto de ser sometido -¡por tercera vez en un año o poco más!- a
una moción de censura, daba un autogolpe de Estado (en Perú parece ser casi una
costumbre) y anunciaba el cierre del Congreso. Pero el parlamento no se dejó
maniatar y destituyó al autócrata, que tras huir del palacio presidencial, y
siendo rechazado por las fuerzas armadas y la policía, fue finalmente detenido
y, como suele decirse, conducido a dependencias policiales.
Tampoco conviene echar las campanas al vuelo, que su vicepresidente, ahora elevada a la primera magistratura del país, es otra exterrorista que tal baila, aficionada a cantar el himno de Sendero Luminoso y manías semejantes.
Ahora sólo queda que en España, para no
llegar a niveles parecidos, pongamos todos pie en pared y rechacemos al
psicópata de La Moncloa y su gobierno socialcomunista que tenemos la desgracia
de padecer.
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