De siempre, marxismo y economía -ya sabéis, sabia administración de los recursos escasos- han estado peleados. Por más que esa rama del socialismo naciera con el apelativo de científico, y por más que presuman de hacer un análisis de la Historia basándose en la economía, lo cierto es que todas sus iniciativas han sido un rotundo fracaso.
Y oye, que no digo que tengan que
estar equivocados (aunque lo piense), ni que sus recetas no sean benéficas y
útiles (aunque no lo admitiría ni ahíto de gaseosa). Quizá sea, simplemente,
que los seres humanos no estamos preparados, en pleno siglo XXI (como tampoco
lo estábamos en el XX, ni en el XIX) para su aplicación.
Porque las ideas de Lysenko
fueron un fracaso. La Nueva Economía Política, otro fracaso. Los planes
quinquenales, un fracaso por lustro. El Gran Salto Adelante, una masacre
con pocos parangones en la historia de la humanidad. El socialismo de Enver
Hoxa, el país más atrasado de todo el bloque soviético (que ya es decir). Corea
del Norte, un país donde todos se mueren de hambre menos los sucesivos miembros
de la oronda dinastía presidencial.
Y como siempre, más preocupados
por las formas que por el fondo, hace un par de semanas saltaba la noticia de
que los de la mano y el capullo habían diseñado un plan para reeducar a
toda la industria, mediante una escuela ecológica para los empresarios
que garantice que los trabajadores cuenten con unos conocimientos adecuados
para hacer frente a la transición energética.
¿Soy el único que piensa que esto es una absoluta soplapollez que, de salir adelante, nos va a costar un dineral y no nos va a servir para nada?
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