Un rasgo perenne en la izquierda española es el odio hacia todo lo que tenga que ver con la Iglesia Católica. Durante esa época luminosa que, según el psicópata de La Moncloa, fue la segunda república, la quema de iglesias (iba a añadir y conventos, pero no estoy seguro) fue algo que, desgraciadamente, no resultó inhabitual.
Estallada la contienda civil, la ofensiva
anticatólica se acentuó: ejecuciones sumarias y masivas de católicos, fueran
religiosos o laicos (luego, la izquierda presente se escandaliza de que la
Iglesia Católica reconozca tantos mártires caídos en la guerra civil… ¡pero si
los fabricaron ellos!), destrucción de obras de arte que tuvieran que
ver con la religión, profanación de cadáveres de religiosos, violaciones y
asesinatos de monjas, fusilamiento y destrucción del monumento al Sagrado Corazón de Jesús…
Y, como hay cosas que no cambian -por eso lo
he llamado rasgo perenne-, la izquierda española, heredera de lo peor de
la segunda república (dudo que hubiera algo bueno, pero vale…), tiene entre
ceja y ceja el Valle de los Caídos y, en concreto, la cruz que corona la basílica,
la más grande del mundo.
Dado que Sin vocales ha mostrado ser
perfectamente capaz de pasar de las palabras a los hechos, era perentorio que
se produjera la protección de la cruz del modo más eficaz posible. Y en esa
línea parece ir la Comunidad de Madrid, dado que del articulado de la futura
Ley de Patrimonio Cultural se desprende que permitiría incluirla.
Pero Vox, que se anda menos por las ramas y va más a la confrontación con la izquierda, pide que se la declare bien de interés cultural.
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