A efectos puramente dialécticos, estoy dispuesto a admitir el carácter antropogénico del llamado calentamiento global. Lo que no admite discusión, en cambio, es el carácter profundamente incongruente de aquellos que dicen luchar contra él.
Me refiero, claro está, a los famosos, no a
la gente de a pie. Entre estos últimos no dudo que haya muchos que,
sinceramente, piensan que el mundo está al borde del colapso climático y que
todo lo que se haga para intentar revertir la situación es poco.
Pero los postulados apocalípticos pierden credibilidad cuando quienes los mantienen celebran una cumbre en una ciudad piscina de un país que se ha declarado en pobreza hídrica y cuyas emisiones de anhídrido carbónico a la atmósfera son las segundas de todo el continente africano.
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