viernes, 9 de diciembre de 2022

Proceso al proceso (447)

La encrucijada histórica en la que se encuentra España, al borde del precipicio como no lo ha estado desde hace casi un siglo, se debe a la confluencia de las dos mismas circunstancias que hace ochenta y seis años y medio nos abocaron a una guerra civil.

Por un lado, la absoluta decisión de los malos a hacer cualquier cosa, lo que fuera, para mantenerse en el poder. Y esto incluye tanto a los partidos regionales, racistas y separatistas, como a la izquierda nacional.

La actual no tiene inconveniente en crear privilegios -pues eso es etimológicamente lo que significa la palabra, una norma privada o privativa-, de modo que reduciendo las penas para la sedición se reduzca el plazo de inhabilitación y el bleferóptico con sobrepeso pueda ser candidato el año que viene, que Cocomocho regrese a España y que se devuelva a los golpistas condenados los importes que tuvieron que satisfacer como consecuencia de la condena que les impuso el Supremo. Lo que viene siendo una amnistía encubierta, vamos.

Por otro lado, la inacción, la abulia o la apatía de los buenos, hasta que ya es demasiado tarde, al parecer incapaces de admitir lo que tienen ante sus ojos: la absoluta falta de escrúpulos de los enemigos de España, y la creencia de que otro PSOE es posible. No cabe engañarse, porque los de la mano y el capullo sólo han sido fieles a una cosa desde que eran los del yunque y el tintero: actuar al margen de la Ley si ello les permitía alcanzar sus fines.

Y así, mientras los pomelos piden al PP una moción de censura, los populares replican con puyitas, diciendo a su líder que podría haberse quedado en Cataluña tras ser la más votada en las elecciones regionales. Sin que les falte su punto de razón, no ha sido ese el único error de Ciudadanos: coinciden con el PP en creer que se puede atraer al PSOE -a cualquier PSOE en general, pero al actual en concreto- al lado luminoso. Y hay que desengañarse, el PSOE siempre ha barrido para su casa, nunca para el bien común.

Mientras, Feijóo promete, cuando alcance el poder (está por ver si le dejan) revertir la reforma de la sedición perpetrada por el psicópata de La Moncloa, y algunos barones socialistas se muestran incómodos con la derogación del delito de sedición, pero nadie hace nada.

Como hace ocho décadas, casi la única esperanza que nos queda es que los enemigos de España se odian entre sí tanto como odian a España: mientras los ierreceos celebran la enésima concesión del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, el del corte de pelo inefable no se fía.

Y mientras, los muros de la patria siguen desmoronándose.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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