Medio en broma, medio en serio, a veces digo que no me parece mal que los de izquierdas expongan sus ideas -aquí en ocasiones añado que todo el mundo tiene derecho a decir tonterías-, siempre y cuando no las lleven a la práctica.
También suelo decir que no me parece mal que
gente que se dice de izquierdas esté forrada de pasta -del nieto del picador a
los Bardem, aunque de éstos hay uno que está más forrado que los demás-, pero
que sí me parece mal que defiendan el reparto de la riqueza y no prediquen con
el ejemplo.
Lo mismo ocurre con aspectos como la sanidad
o la educación públicas. A los giliprogres de todo pelaje se les llena
la boca defendiéndolas y atacando a sus versiones privadas, pero basta con
escarbar un poco para darse cuenta de que llevan a sus hijos a colegios
privados -y en las regiones en que los separatistas imponen su sectarismo lingüístico,
a centros que imparten las clases en español- o que, cuando están enfermos, acuden
a la sanidad privada.
En el caso de la huelga política convocada en
Madrid contra Isabel Díaz-Ayuso nos encontramos un paso más allá. Resulta que
el sindicato convocante -me da lo mismo si es mayoritario, minoritario o mediopensionista-
ofrece descuentos para sus afiliados en la sanidad privada.
Y la presidente madrileña, que no tiene pelos
en la lengua, lo ha dicho bien claro: el desgobierno socialcomunista que
tenemos la desgracia de padecer y Mónica MeMa quieren reventar elsistema sanitario.
Para gobernar sobre los cadáveres, supongo…
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