Hace cosa de mes y medio asistí a un acto en el Senado en el que las palabras de apertura las pronunció Rafael Hernando, parlamentario del Partido Popular. Tirando de ironía apenas disimulada, soltó algunas puyas a la siguiente oradora, no parlamentaria pero sí, por así decirlo, de la bancada contraria.
Cuando comenté el hecho con cierta persona
que conozco (y aprecio) puso, como de costumbre, a caer de un burro al
político: que si faltón, que si maleducado, que si estuvo fuera de lugar… Aun
coincidiendo en parte, sus comentarios me hicieron reflexionar, y han acabado dando
lugar a esta entrada.
Porque si viviéramos en un mundo perfecto,
donde imperaran los buenos modales, la cortesía exquisita, el juego limpio y la
honradez, no serían necesarias personas como el político arriacense, o como el
defensa brasileño del Barcelona, o como el portugués Pepe del Real Madrid. Por
cada centrocampista creador, como Redondo, hace falta uno destructor o defensivo,
como Makelele. Por cada Jordan hace falta un Rodman. Por cada Eisenhower, un Patton.
Y es que, además, hay equipos -como
los neocom españoles- en los que no hay ni uno solo bueno; y si vas de
decente contra ellos, estás perdido. El único lenguaje que entienden es el que
ellos mismos emplean (se ve que no dan para más), y prueba de ello es lo mucho
que les molesta.
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