Suele decirse, creo, las Cortes
Generales son la sede de la soberanía popular. Si estoy en lo cierto, esta
expresión corriente es inexacta.
Porque la soberanía nacional reside
en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado, como señala el
apartado segundo del artículo primero de la vigente (al menos, de iure,
aunque en algunos lugares no lo sea de facto) Constitución. Las Cortes
no son más que uno de esos poderes (el legislativo), y de acuerdo con el
apartado primero del artículo 66, representan al pueblo español. Es decir,
serían la sede de la representación de la soberanía, pero no la sede de la
soberanía misma.
Puesto que las Cortes están (de
momento) en Madrid, y Madrid no tiene lengua cooficial (el cheli no cuenta), todos
los parlamentarios deberían hablar, única y exclusivamente, en español, que con
la denominación de castellano el apartado primero del artículo tercero
de nuestra norma fundamental consagra como la lengua oficial del Estado,
añadiendo que todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a
usarla (¿recordáis el de facto de párrafo anterior? Pues eso). El segundo
apartado del mismo artículo dispone que Las demás lenguas españolas serán
también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus
Estatutos. Reparemos en la preposición: en. Es decir, podrá disponerse
su uso dentro del ámbito territorial de las regiones respectivas, pero no más
allá. Y tenga uno ocho apellidos vascos, u ochenta y ocho, en Madrid no podrá
obligar a nadie a atenderle en vascuence, sea la versión de laboratorio o
cualquiera de las siete variedades regionales (lo mismo vale para los de la
barretina o los soplagaitas).
A pesar de lo cual, y con tal de
seguir medio minuto más en la poltrona, el psicópata de la Moncloa se ha avenido
a tramitar la posibilidad del uso de las lenguas regionales en el Congreso de
los Diputados (en el Senado, por aquello de ser la cámara de representación
territorial, ya se podía hacer), permitiendo su uso incluso antes de lamodificación del reglamento de la cámara (curiosa norma que entra en vigor antes
de su aprobación… una vigencia tiotimolínica, podría decirse, aunque
para nada sublime).
Para más inri, al modificarse el
reglamento, debe adaptarse a la perspectiva degenerada (huy,
perdón, de género) de la izmierda, ya que hay que hablar de
oradores y oradoras, parlamentarios y parlamentarias, diputados y diputadas.
Panda de gilipollas… Aunque, para
no ser sexista, habría que hablar también de gilichochos (o gilipotorros, que
suena más ofensivo).
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!