Las figuras de talla verdaderamente histórica no se preocupan de cómo pasarán a la Historia: se limitan a hacerla, y ya está. Procuran dejar recuerdo de sí, por supuesto, pero eso es todo (que no es poco).
Luego están quienes, en un escalón inferior, son
conscientes de estar haciendo Historia, pero consideran que sólo ante ella
deben responder. Y tanto da que sean creyentes, como Franco (ante Dios y
ante la Historia), o ateos, como Castro (la Historia me absolverá).
Y luego están los espíritus mezquinos,
conscientes de estar haciendo lo que no deben, o actuando por intereses
particulares o espurios, en lugar de por el interés general. Esos son los que
se preocupan por cómo pasarán a la Historia, como el psicópata de la Moncloa o
su mamporrero en el Tribunal Prostitucional… que, por lo visto, está preocupado
por cómo pasará a la Historia judicial
de España su papel en el problema catalán.
Pues que no se preocupe: su toga ya estaba lo bastante guarra antes de esto.
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