Los comunistas españoles siempre han sido enemigos de España. No les ha importado reducirla a escombros, con tal de ser ellos los que mandasen, aunque fuera sobre esos escombros. Pero nunca se había llegado al grado de vacuidad, tanto moral como intelectual -y no es que históricamente hayan ido bien servidos, ni en un aspecto ni en el otro-, como al que se está llegando recientemente.
La cosa empezó con Junior, un tipo ayuno de escrúpulos pero con
la suficiente astucia como para engañar al personal… a algunos, por lo menos. Demostró
bastante poco ojo al irse a lidiar con Isabel Díaz-Ayuso en los comicios
regionales. Y demostró poco ojo porque le dieron un revolcón de los que hacen
época, además de por a quién dejó como visir: a una perita en puñaladas
traperas, que venía de Fene y que, aunque sólo fuera por el tamaño de su
apéndice nasal, se la ve venir de lejos.
Cometió otro error: decir que podría ser la primera mujer en presidir
el gobierno de España. No creo que él se lo creyera realmente -más le valía,
puesto que en casa tenía a alguien tan ayuna de entendederas como sobrada de ambición,
la madre de sus tres hijos… conocidos-, pero la castaña devenida rubia, a la
que la laca debe haber acabado de agostar la neurona que alguna vez tuvo
operativa, sí que se lo creyó.
Tanto, que fundó un partido con el nombre de Sumar, y que en ese
estilo tan comunista de decir lo contrario de lo que se es, no ha hecho desde
su nacimiento sino restar: pierde formaciones, pierde figuras, pierde afiliados
y pierde votos. Ahora parece que lo que quiere acabar de echar a perder es la
propia España, puesto que la tucán de Fene se está dedicando a negociar con
comunidades autónomas supuestas deudas históricas (¿no se crearon el
sistema de financiación autonómica, la solidaridad interterritorial y demás
zarandajas para acabar con estas cosas?) y así desfondar al estado.
Todo ello, naturalmente, con cargo al contribuyente.
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