Los secesionistas catalanes se han acostumbrado, históricamente, a dos cosas: a que se atiendan sus reclamaciones y a que sus incumplimientos -legales o jurisdiccionales- no tengan consecuencias.
Todo ello ha venido siendo posible porque, salvo excepciones, su
concurso -esto es, sus escaños en el Congreso de los Diputados- venía siendo
necesario para apuntalar mayorías parlamentarias, y ya sabemos que en este
mundo nadie, o casi nadie, da nada gratis.
Pero de los Pirineos para arriba, los de la barretina pintan menos que
nada, y ya pueden berrear o rogar, exigir o implorar, que les van a tomar por
lo que son: menos que el pito del sereno (pobres serenos, nadie se tomaba en
serio su pito).
Y Bélgica ha decidido ignorar a Cocomocho, y hace un par de
semanas aparcó el debate sobre la oficialidad en la Unión Europea de ese
dialecto del occitano que se hablaba en Barcelona.
Anda que no hay cosas mucho más importantes que esa de las que ocuparse…
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