Cuando se creó la Copa de Europa de fútbol, para participar en ella había que ganar la correspondiente liga nacional. Entrar en ella, por lo tanto, tenía su mérito, no digamos ya ganarla: la jugaban los mejores, contra los mejores.
Luego se impuso el mercadeo, y cada vez se amplió más el número de
clubes participantes, y se rebajaron más los requisitos para participar. Pasó a
llamarse Liga de Campeones, con el contrasentido de que podían llegar a
participar en ella equipos que no habían ganado el año anterior ni el trofeo de
canicas de su barrio.
También pasó a estar controlada por individuos que lo más cerca que han
visto un balón de fútbol debe ser en el parche que llevan los campeones de la
competición. Pero, al igual que con la libre circulación de jugadores –el
famoso caso Bosman-, la justicia ordinaria ha intervenido en el asunto
de las competiciones de clubes, y ha dado la razón al Real Madrid -equipo que
también estuvo en el origen de la Copa de Europa- en su proyecto de crear una nueva
competición de clubes, la llamada Superliga, al margen de la FIFA y la
UEFA.
Ojo, que lo que ha venido a decir es que puede intentar crear esa
competición o, dicho de otra manera, que la UEFA no tiene derecho a prohibírselo
ni a sancionarlo. A pesar de lo cual, a la organización supranacional la cosa
le ha sentado a cuerno quemado y ha exigido al Tribunal Europeo de Justicia una
rectificación.
Que tengan cuidado, no sea que reciban dos tazas…
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