Dice una máxima bastante elemental del arte de la guerra (me refiero, no a la famosa obra atribuida a Sun Tzu, sino a la estrategia bélica en general) que, al enemigo, ni agua. Vendría ser el complemento de que, en el amor y en la guerra, todo vale.
Todo, menos ayudar al enemigo, porque eso es
como pegarse un tiro en el pie. Y si aceptamos que, ahora mismo, Vladimir Putin
es uno de los enemigos de todo lo que representa Occidente, proporcionarle
fondos de cualquier manera es un modo de prestarle ayuda. Incluyendo la comprade fertilizantes por valor de ciento diez millones de euros en dos años.
Vamos, que nos estamos cubriendo de mierda. Literalmente.
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