En la deriva autocrática que el psicópata de la Moncloa emprendió no bien cambió el colchón del dormitorio principal de su nueva residencia oficial, uno tras otro han ido cayendo en sus manos los valladares que podían poner coto a su ambición.
Pero, como en las historias de Astérix, hay
todavía un grupo de irreductibles que plantan cara al invasor: son (no todos,
pero sí parte) los miembros del poder judicial, que en el desempeño de su tarea
son casi la última esperanza de los que creemos en España y en la democracia (el
peor sistema político descartados todos los demás, que dijo Winston Churchill).
Y por eso su empeño en someterles, y por eso
todavía más meritoria su resistencia. Como el caso del juez encargado de la
instrucción del caso Koldo (luego Ábalos, posteriormente Gómez, quizá no
dentro de demasiado Sánchez y final e ineluctablemente, PSOE), que ante el
requerimiento de la fiscalía europea decidió no entregar el caso y plantear una cuestión de competencia.
Esperemos, finalmente, estar del lado vencedor. Nos va en ello la honra y nuestra misma existencia como país.
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