Para los giliprogres, todos los compatriotas que no son de su cuerda son racistas, sexistas, machistas y xenófobos, mientras que los extranjeros son seres seráficos, celestiales y angelicales que, simplemente, pertenecen a otra cultura que hay que respetar, por más que ellos no respeten la nuestra ni estén dispuestos a integrarse en ella.
La realidad, por supuesto, es muy otra. Preguntado
el dueño del bar al que acuden Lamine Yamal -hijo de magrebí y ecuatoguineana-
y su familia si han sido víctimas de racismo, su respuesta fue un zasca
en toda regla a la cultura woke.
Porque, de acuerdo con este hombre, han sido víctimas de racismo, sí… pero por parte de los marroquíes.
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