El modo en que los de la mano y el capullo -es decir, el psicópata de la Moncloa, porque con él la cosa es más vertical de lo que nunca ha sido, que ya es decir- están haciendo las cosas contra Isabel Díaz-Ayuso demuestra varias cosas.
En primer lugar, que están obsesionados con
ella. Quizá la consideran el enemigo a batir, porque (hasta donde se me
alcanza) ningún otro dirigente del Partido Popular provoca tanto entusiasmo
entre los propios y tanto rechazo entre los ajenos.
En segundo lugar, que están decididos a
hacer, literalmente, cualquier cosa en su afán de acabar con Díaz-Ayuso, de la
calumnia al insulto personal, de la mentira a los ataques a su entorno, todo
vale en este PSOE que tampoco se diferencia mucho del que ha existido durante
siglo y medio.
En tercer y último lugar, que, o bien son muy
estúpidos, o bien les da lo mismo las consecuencias: o se consideran inatacables,
o piensan que el riesgo merece la pena. Porque, ¿cómo interpretar, si no, el
hecho de que el comunicado del partido contra el novio de Díaz-Ayuso se escribiera en el ordenador de la dirección de comunicación del Consejo de Estado?
O acabamos con ellos, o ellos acaban con España.
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