La aritmética electoral en España es muy sencilla: para el Senado, los sufragios se hacen a la persona y los escaños se asignan en función de los votos recibidos; para todos los demás casos (Congreso de los Diputados, asambleas legislativas de las comunidades autónomas, ayuntamientos) rige la llamada ley, método o sistema D’Hont, que Wikipedia define como método de promedio mayor. En el tercer párrafo añade que, siendo bastante proporcional, tiende a favorecer un poco más que otros a los grandes partidos.
Dicho en plata: cuanto más concentrada (en
menor número de formaciones) esté una determinada opción política, más escaños
obtendrá. Es por eso que un servidor, siendo de derechas, lamenta la división
en el sector ideológico más de mi cuerda, y aplaude con las orejas cada vez que
hay disensiones, trifulcas y regañinas a la izquierda de los de la mano y el
capullo.
Y es por eso que leer que una lista unitaria
de jotaporcatos e ierreceos lograría la victoria ante una posible repetición electoral en Cataluña es como si leyera una perogrullada. De hecho,
sólo se me ocurre una objeción, que me ha surgido según empezaba a escribir
este párrafo.
Esa objeción es que quien afirma tal cosa asume
que los votantes de esas dos formaciones por separado votarían a una lista conjunta.
Sabiendo lo que se detestan entre sí, de los líderes hasta el último militante,
no las tengo yo todas conmigo.
Aunque, claro está, esto último podría ser un caso de wishful thinking (he buscado una traducción pero, como ocurre en otros casos, es imposible encontrar una que capte todos los matices de la expresión en inglés).
No hay comentarios:
Publicar un comentario