No conocemos al detalle los traumas que el psicópata de la Moncloa sufrió en su infancia y juventud para acabar produciendo un sujeto tan amoral como el que preside la mesa en la que se reúne el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer.
Del mismo modo, ignoramos que sufriría en su
infancia su cónyuge, para despertar en ella un afán de rapiña que hace que las
urracas parezcan, por comparación, la cigarra de la fábula. Porque no es ya
sólo que se metiera a conseguiora en cuanto el padre de sus hijas empezó
a ocupar puestos de influencia, sino que ahora nos enteramos de que entró en una rama de la Organización de las Naciones Unidas que certifica el
cumplimiento de la llamada agenda 2.030 para permitir el cobro de subvenciones.
A esta le gusta más figurar (y la pasta) que a un tonto un lápiz.
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