Como ya dije hace unos días, nadie como George Orwell supo plasmar de un modo tan gráfico la profunda diferencia que había, dentro del socialismo científico, entre la teoría y la práctica.
En teoría, en la sociedad marxista, todas las
personas eran iguales. En la práctica resultó que no, que simplemente se habían
sustituido unas élites privilegiadas por otras, que unos, como remata su obra Rebelión
en la granja, eran más iguales que otros.
En las democracias liberales, donde impera el
Estado de Derecho y donde todas las personas son verdaderamente humanas,
siempre se puede contar con que haya alguien que se encargue de recordar este principio
elemental. Y como este principio está recogido en la Ley, y son los jueces y
magistrados los encargados de hacerla cumplir, nada tiene de extraño que haya
sido un juez el que se haya encargado de bajar los humos a la apropincuadora
mayor del Reino, recordándole que todos los españoles son iguales ante la Ley.
Aunque haya indoctas doctoras en Derecho Constitucional -¡nada menos!- que todavía no se hayan enterado.
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