Ha sido tradición de los de la mano y el capullo confundir lo público con lo correspondiente al partido; siempre en beneficio del partido (cuando no de algún miembro particular del partido), por supuesto.
En esto, como en tantas otras cosas, el
sanchismo no supone novedad, salvo en la intensidad de la confusión. Pero, como
en todo, han ido un paso más allá: si en el gonzalato se usaba la delegación del
Gobierno como sitio para hacer negocios, ahora es la propia sede del ejecutivo
la que se ha empleado para chanchullos variados.
Y, para no quedarse cortos, el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer adelantó desde Moncloa la estrategia de la defensa de Begoña Gómez, pese a la posible orden de detención, al tiempo que, de manera oblicua, acusaba al juez que instruye la causa de posible prevaricación.
Y eso, a pesar de no tener cargo orgánico ni administrativo, de ser una particular. Una cualquiera.
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