Cuando pones a una panda de inútiles a trabajar bajo presión y a demanda, lo más normal es que te salga un churro. Y no me refiero a ese exquisito producto de repostería frita, sino a una chapuza, un truño, una cosa inútil.
Es lo que ha ocurrido con la ley de bajada de
pantalones ante los golpistas catalanes, por otro nombre ley de amnistía: le
han hecho tantos remiendos, apaños y correcciones que se le escapa el gas por
todos lados. Y como es imposible preverlo todo, no salen limpios de polvo y
paja, por lo menos de primeras.
Vamos, que el Tribunal Supremo ha decidido que la malversación de Cocomocho por el butifarrendum II no es amnistiable.
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