Si pones a un inútil, solo o en compañía de otros, a hacer algo, lo normal es que obtengas otra chapuza. Si, además, lo tienen que hacer deprisa y corriendo, lo previsible es que la cosa tenga más agujeros que un queso Emmental. Si, para remate, tienen (metafóricamente) a alguien (o álguienes) diciéndoles por encima del hombro que cambien esto, lo otro y lo de más allá, casi seguro que la cosa no va a funcionar.
Eso es lo que ha pasado con la ley de bajada
de pantalones, norma que además no es del agrado de parte de la judicatura (la
parte con principios). Por eso, con independencia de otras consideraciones, no
causa demasiada sorpresa (al menos, a un servidor) que el juez Aguirre
considere no amnistiable la organización
criminal de Puigdemont para traicionar a España con Rusia.
Y es que, aunque Sánchez pague a traidores -él mismo lo es-, no todos en España piensan -pensamos- de igual manera.
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