Cuando
un país no respeta aquello que le simboliza -la bandera, el himno, la jefatura
del Estado-, es que ha emprendido el camino hacia el desastre.
En
Estados Unidos, por ejemplo, siempre se ha guardado el mayor respeto al himno y
a la bandera. Muchas casas, desde hace mucho tiempo, han tenido una colgada
frente a su puerta. Y cuando suena The Star-spangled banner, en una
inmensa mayoría se ponen en pie y guardan silencio mientras se llevan la mano
derecha al corazón. Sólo recientemente, y por grupos que no vacilo en calificar
de antisistema porque se nota de qué pie cojean (el izquierdo, por si hiciera
falta aclararlo), he visto que se quemaran banderas de Estados Unidos.
Lo
mismo -me refiero al respeto, claro, no a la falta del mismo- pasa en lo que se
da en llamar países de nuestro entorno, ya sean el Reino Unido, Francia,
Alemania, Portugal, Italia o las monarquías escandinavas. En todas partes,
menos en España, se respetan la bandera y el himno.
Aquí
no: la izquierda y los secesionistas han machacado tanto en identificar la
Marcha Real y la bandera rojigualda con el franquismo -aunque tanto una como
otra tengan casi un cuarto de milenio de antigüedad- que se silba la primera y
se quema la segunda, y no pasa nada. Ahora, parece, se ha clavado un nuevo
clavo en el ataúd de esta nación milenaria: ¿cómo interpretar, si no, que la
Federación Española (¡española, por amor de Dios!) de boxeo respalde que el
himno nacional (el español… ¿les suena?) sea opcional en los campeonatos
de España?
Y
no ha sido por descuido, no: el presidente de la Federación rechazó someter a
votación la petición de que tanto la bandera como el himno sean obligatorios en
las competiciones españolas porque obligar a que un supervisor esté pendiente
de que se respete el protocolo es mandarlo al paredón. En aquella misma
asamblea, el presidente de la Federación vascongada -que responde al muy vascongado
nombre de Juan Luis Torralba- intervino para aplaudir los cambios y aseguró que
exigir estos símbolos es una cosa atrasada porque vivimos en otra
época, en otra situación".
¿Cómo
le sentaría a este caballero (en la acepción de Groucho Marx) que
alguien se cagara en la bandera vasca o que dijera que el Himno de la Etnia Vasca le
produce arcadas? Por preguntar, nada más…
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