Durante la etapa más álgida de la pandemia en España -la llamada primera ola-, el desgobierno socialcomunista no dejó de repetir que todas sus acciones (toda su inacción, más bien) estaban guiadas por un comité de expertos. Científicos, se sobreentendía.
Posteriormente
se supo que ni comité, ni expertos, ni científicos, ni gaitas, ni leches. Todas
las decisiones eran políticas, tomadas por políticos y con un objetivo
político. Pero el tiempo ha pasado, y los científicos españoles -sí, existen de
verdad- han alzado la voz, insistiendo en The Lancet -una de esas publicaciones
de prestigio a las que tantas referencias hace Sin vocales… sólo que
ésta existe de verdad- en la urgencia de una evaluación independiente sobre la
actuación del Gobierno de de las diecisiete comunidades autónomas.
Es
más, en su osadía tienen la desvergüenza de sostener que, para
garantizar un proceso exitoso, las personas que seleccionan a los
miembros del equipo de evaluación, y los miembros mismos, deben ser
independientes del gobierno, no haber trabajado en el gobierno y no tener
intereses en competencia. ¡Habrase visto! Eso sí, como no todo debe ser
perfecto, creen que debe tener un equilibrio de género.
Porque, de lo contrario, y esto es de mi cosecha, seguiremos como estamos. Es decir, cada vez peor.
Por
ello, y por mucho más…
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