Con
la probable excepción de Julio Anguita y Marcelino Camacho, el único comunista
decente es el que no ha tocado poder. Porque, una vez lo tocan, los comunistas
se comportan en esto como el común de los mortales: como señaló Lord Acton, el
poder tiende a corromper. Y dado que los comunistas no son seres angélicos,
espíritus puros, almas del paraíso -ni siquiera del paraíso del proletariado-,
cuando tocan poder se corrompen.
Los
neocom españoles proclamaban que no eran como los políticos -la casta-
a la que aspiraban a derribar -tomar el cielo por asalto, decían-, sino
que ellos trabajaban por la gente. Algunos nunca les creímos, por lo que
la noticia de que el Tribunal de Cuentas ha encontrado delito en las cuentas de Podemos y pide que se investiguen por la vía penal no nos ha sorprendido en lo
más mínimo.
Otros,
en cambio, seguirán empeñados en defender lo indefendible.
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