Para
no generalizar innecesariamente, no diré la izquierda, ni tampoco los
políticos de izquierda, ni siquiera los políticos españoles de izquierda,
y me voy a limitar a los gobiernos españoles de izquierda.
Bien.
Pues los gobiernos españoles de izquierda están tan interconectados con la
mentira que cuando cualquiera de sus miembros hace alguna afirmación tajante,
uno podría apostar todo su dinero, el de su familia y hasta el pan de sus hijos
-si los tuviera o tuviese- a que lo que va a ocurrir será exactamente lo
diametralmente opuesto a lo afirmado por el político en cuestión.
Yo
aprendí esta valiosa lección antes incluso de discurrir políticamente. A comienzos
de los años ochenta, veraneando en San Juan de Alicante, el ninistro
Solchaga afirmó, y así salió en grandes titulares en los periódicos, que no se
iba a devaluar la peseta (yo, por entonces, no sabía qué era eso de la devaluación
de una divisa, ni tampoco qué consecuencias acarreaba). Pocos días después, en
titulares igual de grandes, la noticia era que la peseta había sido devaluada. La
primera vez me pudo pillar de sorpresa, pero cuando sucesivas afirmaciones fueron
seguidas de no menos sucesivas devaluaciones, deduje el principio expresado en el
segundo párrafo.
Por
eso, cuando el actual ninistro de (in) seguridad social afirma que la
crisis es temporal (en el sentido de que será razonablemente breve,
porque una crisis que no es temporal no es una crisis, es un colapso en toda
regla, e irreversible además), la noticia no es que los datos desmonten sus brotes verdes. No: la noticia sería que, por una sola vez, un miembro de un
gabinete de izquierdas hubiera dicho una sola cosa cierta.
Por
ello, y por mucho más…
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