martes, 22 de septiembre de 2020

Reflexiones atemporales (XVII): La auto-hiper-legitimidad de la izquierda española

Ya desde su origen, el marxismo se consideró imbuido de una legitimidad para hacer y decir lo que fuera que nadie, salvo ellos, les concedió. Lo que ocurre es que, en general, la derecha calla, y eso hace que el rebaño se calle las monsergas de los pastores.

Pero, sobre todo en el caso de España, la izquierda debería callarse y desaparecer en silencio, porque nada han hecho que traiga beneficios a España -ya se verá en posteriores entradas de esta serie-, y mucho tienen en cambio de lo que avergonzarse.

La izquierda -los socialistas- entraron en el parlamento proclamando que, cuando conviniera a sus intereses, se saltarían la legalidad: demostraron en esto coherencia, puesto que para ellos la democracia y sus reglas nunca han sido más que un medio para alcanzar su verdadero objetivo, que es ostentar el poder.

Siguieron tan brillante trayectoria defendiendo, también en sede parlamentaria, el atentado personal (sic) como medio para que los rivales no alcanzaran el poder. Continuaron entrando en colaboración con regímenes dictatoriales -de un espadón, nada menos-, mientras conspiraban para derribar la monarquía.

Proclamaron una república ilegal e ilegítima, puesto que lo hicieron tras unas elecciones que, ni eran nacionales -eran municipales- ni ganaron. Y levantaron esa república contra media España (por lo menos), sin tener reparo ninguno en levantarse contra esa república cuando los resultados electorales no les favorecían.

Provocaron una guerra civil -y, si no lo hicieron, proclamaron su intención de provocarla- en la que cometieron, al menos, tantas barbaridades como los del otro bando, y una más: genocidio religioso, al menos en grado de tentativa. Luego, sobre todo los socialistas, se tiraron cuarenta años tumbados a la bartola mientras otros se batían el cobre contra la oprobiosa dictadura.

Se subieron al carro de la democracia cuando el franquismo tocaba a su fin. Perdieron unas elecciones que consideraban ganadas y, al menos, no hicieron como cuarenta y tantos años antes y se limitaron a proclamar que España se había equivocado. Prometieron sacarnos de la OTAN y allí seguimos; remataron negociaciones de décadas y se arrogaron el mérito del ingreso en la CEE (de rodillas y lamiendo culos, como le decía yo gráficamente a mi madre cuando me preguntaba por qué pintábamos tan poco en Europa). Enviaron soldados (¡de reemplazo!) a la guerra del Golfo en su primera parte, y convocaron manifestaciones cuando se enviaron soldados profesionales (la mili la había suprimido un gobierno de derechas, y no ellos) una vez la guerra había terminado.

Firmaron un pacto por las libertades y contra el terrorismo mientras, bajo mesa, negociaban con los terroristas y contra las libertades. Aprovecharon, si es que no colaboraron, un atentado terrorista para darle la vuelta a unas elecciones que, a priori, tenían perdidas. Negaron una crisis hasta que la crisis les golpeó. Siguieron negociando con terroristas, golpistas y comunistas, con tal de seguir ostentando el poder. Y han gestionado una crisis a todos los niveles -sanitario, económico, organizativo- de tan mala manera que esta por ver si lograremos salir… y cuándo.

Así pues, legitimidad ¿de qué, por qué, para qué? Mal perder, desde el principio, y punto.


¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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