El Partido Popular ha llegado al poder cuando se han concitado dos circunstancias: la gestión socialista ha llevado al país al desastre (iba a decir ha sido desastrosa, pero ¿cuándo no lo es?) y se ha dejado de complejos, diciendo las verdades del barquero. Cuando la situación ha mejorado, y el maricomplejinismo campa a sus anchas, los suciolistos vuelven al poder.
Por
ello era tan de agradecer la presencia de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz
popular en el Congreso de los Diputados: decía lo que pensaba, aunque fuera
desagradable, y lo decía en términos tan claros que eran comprensibles hasta
para el páramo intelectual que es la actual izquierda española.
Por
ello es tan de lamentar el cese de la hispano-argentino-francesa. Y más aún que
haya inquietud en el PP tras el anuncio de CAT de su intención de mantener
el escaño, que digan cosas como que tiene que decidir si ayuda o entorpece,
o que se enzarce en trifulcas con el alcalde de Madrid, otro político
perfectamente válido que, cuando corresponde, no tiene reparos en llamar al
pan, pan, al vino, vino, y a los de izquierdas, inútiles incoherentes.
O
incoherentes inútiles, que tanto monta.
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