Cuando
se anunciaron los ninistros que integrarían el gabinete Picapiedra,
muchos nos echamos las manos a la cabeza: no sólo había cantidad, sino también
ausencia de calidad entre los llamados. Y de los que tenían un cierto nivel,
uno no se explicaba qué demonios hacían ahí.
Quizá
la de mayor nivel fuera Nadia Calviño. Al fin y al cabo, venía de Europa,
aunque teniendo en cuenta que Solbes fue y volvió, y que Almunia fue, tampoco
es que fuera como para tirar cohetes. Pero, en cualquier caso, seguía sin explicarse
cómo había aceptado el embolado de Sin vocales.
Pero
claro, uno lee ahora, en pleno hundimiento de la economía, que su intención es
subir los impuestos, y emplea giros como reforzar el sistema recaudatorio
y establecer nuevas figuras impositivas alineadas con la agenda verde, y
todo queda claro, diáfano, cristalino: una socialista es, por mucha
cualificación académica o laboral que tenga, ante todo y por encima de todo
socialista.
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