Esta serie se preveía -se deseaba- no sólo finita, sino relativamente breve. Y aunque ya se vislumbra su conclusión, todavía le quedan algunas entradas, no exentas de un cierto interés (que no, necesariamente, de un interés cierto; parece que, en gramática, el orden de los factores sí altera el resultado).
Hoy toca hablar de que
el presidente cesante presumió en foros europeos de su empeño en no pactar con
Vox el mismo día que su partido llegaba a un acuerdo con Vox en Castilla y
León. Y pudo hacer tal cosa por dos posibles razones.
La primera, como
reacción de niño malcriado ante lo que él considera una injusticia, esto es,
que en su partido le hayan indicado la puerta de salida. La segunda, que sea
tan estúpido que no se da cuenta de que, en el momento actual y en el futuro
previsible, serán los pactos entre las dos formaciones las que permitan que la
derecha gobierne.
En cualquier caso, no hace más que demostrar que si el puesto de jefe de la oposición le ha acabado viniendo grande, el de presidente del gobierno podría resultarle tan excesivo como al psicópata de La Moncloa.
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