Un autócrata buscará controlar todos y cada uno de los resortes de poder, de modo que, aunque nominalmente el sistema se siga denominando democracia, en la práctica habrá devenido en algo completamente opuesto.
Y un ejemplo es que,
tras la renovación del pleno del Tribunal de Cuentas, la nueva mayoría, de
orientación izquierdista, está desmontando todas aquellas resoluciones que el
supremo órgano fiscalizador y único enjuiciador contable (supremo pero no
único en la fiscalización, único pero no supremo en el enjuiciamiento contable
es la regla nemotécnica que todos los que entran a trabajar en el órgano de relevancia
constitucional interiorizan) tomó en relación con los golpistas catalanes.
La última, de momento,
ha sido revocar el rechazo de los avales (por valor de cinco millones
cuatrocientos mil euros) presentados por el consejo regional de gobierno
catalán para cubrir la responsabilidad de los golpistas del Butifarrendum II.
No sólo eso, sino que al desprecio añade el insulto y califica la decisión revocada
de irracional y absurda.
Y dejando aparte todo el argumentario jurídico que se recoge en el artículo que comento, yo me pregunto: teniendo en cuenta que el mandato de los consejeros del Tribunal es de nueve años, y que parece que al psicópata de La Moncloa y (consiguientemente) al desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer le quedan, en el mejor de los casos, apenas dos, ¿qué van a hacer los consejeros izquierdistas, tan ideologizados como no se ha visto nunca en la Casa?
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